jueves, 9 de septiembre de 2010

ATASCADO EN ORIENTE MEDIO....CONTIGO

Encontré de mucho interés, este comentario; debido a que su autor en un pretigioso analista internacional de las situacion en Oriente Medio,y nos rebela con claridad la actual situacion de toda esa zona.

Autor: Jonathan Spyer
Los acontecimientos en Irak ofrecen el más reciente ejemplo de dos procesos significativos que se distinguen en otras partes del mundo árabe
En primer lugar, el fenómeno de elecciones relativamente limpias y libres, pero que carecen de cualquier repercusión efectiva sobre la política real o sobre el equilibrio de poder del país en cuestión.
En segundo lugar, la profunda penetración de fuerzas regionales no árabes en movimientos y estados árabes.
Dos ejemplos ilustrativos:
Por un lado, el movimiento Hamás ganó las elecciones palestinas en enero de 2006. Sin embargo, esto no resultó ser la conclusión sino más bien el comienzo de un período de forcejos por el poder que culminó con una mini guerra civil en 2007, y la división del movimiento nacional palestino en dos campos rivales.
Cada uno de los grupos antagónicos está asociado con uno de los bandos en una guerra fría regional más amplia. Esta división parece duradera y de largo alcance.
Por el otro, en el Líbano, en marzo de 2009, el bloque pro-occidental "14 de marzo" triunfó en la última contienda electoral contra el Hizbullah, que a su vez dirigía al bloque "8 de marzo". Desafortunadamente, Hizbollah se negó a ver en la derrota electoral un motivo para ceder alguno de los poderes que ejerce de facto en el país del cedro.
El resultado fue la parálisis política durante medio año ya que las negociaciones para formar coalición continuaron. Al final, el poder de veto de Hizbollah y su aparato militar autónomo quedaron intactos. Así, las elecciones resultaron nada más que un evento de importancia secundaria en el proceso real de ejercicio del poder y en equilibrio de fuerzas en ese país. Hizbollah sigue siendo el árbitro final del poder en el Líbano. Por supuesto, es una creación y un cliente de Irán.
Irak no tiene un gobierno en vista cinco meses después de las elecciones. Y otra vez, las potencias extranjeras juegan un papel clave explotando esta situación.
La lista Irakiya de Iyad Allawi obtuvo, en marzo, el mayor número de escaños, pero tiene dificultades para formar una coalición. Las elecciones no produjeron un claro ganador sobre todo porque los chiitas iraquíes, la mayoría del país, no se comportan como un solo bloque.
Nuri al-Maliki, determinado a conservar el cargo de primer ministro, encabezó su propio bloque – el partido "Estado de Derecho". Otras corrientes y movimientos importantes chiitas corrieron en la "Alianza Nacional Iraquí" (ANI). Esta lista incluía a los seguidores de Sadr y a la organización pro-iraní Badr.
El resultado fue que la división entre los chiitas permitió a Allawi, un chií laico cuyo apoyo depende en gran parte de los sunitas, salir al frente de la lista única más grande en el parlamento. Sin embargo, esto no significa que alguien se sintiese obligado a conferirle los laureles de la victoria, y desde luego nadie lo ha hecho.
Como resultado, una compleja partida de ajedrez ha tenido lugar entre Allawi, al-Maliki, y varios componentes de la ANI. Los poderosos partidos kurdos están mirando desde el banquillo. El proceso no muestra signos de que se llegue a una conclusión. La disputa está adquiriendo un tono cada vez más amargo y una coloración cada vez más sectaria.
Esto se refleja en los intereses regionales involucrados en la disputa. Allawi encabeza la lista apoyada principalmente por los sunitas, y por lo tanto está siendo apoyado por Arabia Saudita.
Turquía también lo apoya. Ankara está dispuesta a defender los intereses sunitas, y en particular quiere evitar cualquier escenario que podría conducir a la desintegración de Irak y a la formación de un estado kurdo independiente en el norte de Irak.
Irán, por su parte, ha puesto su peso detrás de Maliki, y está haciendo todo lo posible para persuadir o coaccionar a las otras facciones chiitas para que lo apoyen en su intento por permanecer en su puesto de mando.
La semana pasada, Maliki defendió la conservación de la jefatura del gobierno en términos abiertamente sectarios, alegando que el cargo sólo puede ser ocupado por un chiita.
Sin embargo, a Irán no le resulta fácil la tarea de encauzar a las facciones chiitas detrás de la figura de Maliki.
La arbitrariedad de Maliki ha resentido profundamente a diversos grupos chiitas, que se refieren a él como "el pequeño Sadam". Varias facciones están manteniendo sus propios contactos con Allawi, e incluso con potencias externas.
De acuerdo con un informe del periódico A-Sharq al-Awsat, Teherán está aumentando la presión sobre Muktada al-Sadr y Ammar al-Hakim, líder de la Coalición Nacional Iraquí chií, para que se alineen detrás de Maliki. Ninguno se ha comprometido a hacerlo. Sadr ha amenazado con abandonar Irán y fijar su residencia en el Líbano, en lugar de someterse a las exigencias de Teherán.
El panorama se complica aún más por el hecho de que las fuerzas externas que apoyan a los dos bandos no se ajustan exactamente al contorno familiar de una guerra fría regional. Siria está alineada con Irán a nivel regional; mientras que respalda a Allawi en Irak.
Detrás de todas las disputas políticas y la disfunción se agita el fantasma de algo peor.
La violencia aumenta, aunque todavía no ha alcanzado a los niveles de los años anteriores. Peregrinos chiíes han sido blancos de ataques. Cincuenta y nueve personas murieron en un atentado contra un centro de reclutamiento del ejército la semana pasada. Las fuerzas insurgentes están dispuestas a explotar el vacío provocado por el estancamiento político.
Todo esto no genera una gran catástrofe sino que más bien agrega desorden y confusión.
Ninguna fuerza regional o local se ha convertido hasta ahora en el vencedor. Un potente, Irán alineado con Irak parece tan distante como el resurgimiento de Bagdad aliado a los enemigos de Irán.
Más bien, el panorama resultante en el Irak post-estadounidense es el de una potencial guerra civil de baja intensidad y de una profunda división política y sectaria, salpicado de vez en cuando por elecciones democráticas de limitada importancia, y acosado por la intromisión de potencias regionales rivales. Este, a su vez, es la variante local de un malestar similar que afecta a otras partes del mundo árabe.
Bagdad fue, alguna vez, una de las capitales árabes más poderosas. El país está hoy en punto muerto político, incapaz de defenderse de la injerencia externa. Por su parte, de los estados que interfieren - Turquía, Irán, Siria y Arabia Saudí - dos no son árabes. Esta es la evidencia más reciente de la extrema debilidad estratégica y política del mundo árabe, en la actualidad. También es una prueba más de la emergencia de tres estados no árabes como las potencias más poderosas de la región - a saber, Irán, Turquía y, por supuesto, Israel.
El autor es investigador principal en el Centro Global de Investigación en Asuntos Internacionales (GLORIA).

Traducción: Pablo Sklarevich


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