sábado, 4 de septiembre de 2010

Antonio Pérez Omister | Educación para la promiscuidad

El prescindible secretario de Movimientos Sociales y Relaciones con las ONG del PSOE, Pedro Zerolo, propuso recientemente suprimir la enseñanza de la religión católica en la educación pública, al tiempo que amenazaba con poner en marcha un programa para fomentar la homosexualidad entre los niños.

En esta especie de “educación para la promiscuidad” se invitará (u obligará) a los más pequeños a hacer un ejercicio de introspección con vistas a descubrir su latente homosexualidad. Porque en el maniqueo discurso de esta gente de mente retorcida, todo el mundo debe ser homosexual, y los que no se sienten inclinados a serlo, deben ser inducidos a ello.

Es de suponer que de esto a las castraciones obligatorias para todos los heterosexuales, no media mucha distancia. La heterosexualidad es subversiva, y en este “mundo feliz” y asexuado gobernado por auténticos tiranos de lo políticamente correcto, no tiene cabida. Nos dirigimos hacia una sociedad hermafrodita e igualitaria donde hombres y mujeres disfrutarán de los mismos derechos: esto es… ¡ninguno!

Muy pronto, si no se ha hecho ya, se asociará el término “heterosexual” con el de “machista”. Que nos gusten las personas del otro sexo, que decidamos casarnos para procrear (no sólo para compartir una hipoteca) y otros “delitos” similares, serán reprimidos de forma contundente.

Se fomentará el aborto (sólo entre las españolas) al tiempo que se promueve la adopción de niños del Tercer Mundo. ¿Para qué engendrar hijos si hay niños de sobra en otros países? Alguien podrá objetar: “Es que yo quiero tener mis propios hijos”. Esa persona será inmediatamente marcada como subversiva e insolidaria y apartada de la nueva sociedad asexuada, biempensante y políticamente correcta.

Por otra parte, y aún a riesgo de parecer homófobo, me pregunto qué razón de ser tiene mantener una Secretaría de Relaciones con las Organizaciones No Gubernamentales (ONG), si estas organizaciones privadas no están sujetas a ningún control por parte del Gobierno. Dicho de otro modo: si no son instituciones públicas, ¿por qué se han de beneficiar del dinero público? Supongo que no hay respuesta. Al menos no una que sea coherente.

Cualquier patochada que lleve la etiqueta de “solidaria” cuenta con todas las bendiciones del PSOE. Para sufragar esas mamarrachadas nunca falta el dinero público, ése que se supone que “no es de nadie”. El único requisito imprescindible es que esa solidaridad se practique en el extranjero, nunca en España. A ser posible en países del Magreb donde los fanatizados clérigos musulmanes invitan a sus fieles a exterminar a españoles y franceses.

Generalmente, donde se maneja dinero público en abundancia y sin control suele haber corrupción. No afirmo que sea este el caso. Pero suele suceder. ¿Quién controla si el tío de la ONG que viaja en avión, lo hace en primera clase o en clase turista? En las empresas privadas estos detalles están perfectamente estipulados. Y también lo están el tipo de hoteles en los que deben alojarse los empleados, cuál es el dinero que pueden gastar en dietas retribuidas, en comidas de negocios, y la política de coches de empresa. ¿Quién paga esos aparatosos todoterrenos 4×4 de las ONG?

Un modo infalible de asegurar la correcta administración de estas oficinas y secretarías, tan innecesarias en estos tiempos revueltos de recesión, sería suprimirlas.

Desde hace siglos, la Iglesia ha fomentado abnegadamente instituciones destinadas a proporcionar alivio a los más necesitados: comedores para pobres, hospitales, asilos para ancianos. Incluso ha gestionado la adopción de niños sin los onerosos trámites que supone tener que ir a buscarlos a países del Tercer Mundo que, como China, hacen un repugnante negocio con las adopciones de esas criaturas. Aunque reconozco que algo hemos avanzado: hace apenas un par de décadas, a las niñas simplemente las asesinaban, ahora las “venden” en adopción. ¡Viva el libre mercado!

A fin de cuentas, la República Popular China sigue siendo un régimen socialista. Por ello no me sorprende que aquí también los socialistas promuevan el aborto como una forma de control de la población. Lo que nunca he entendido es cómo se establece que el asesinato de un niño recién nacido es un asesinato, pero que no se considere así cuando aún está en el seno de su madre. Tampoco entiendo que un cachete a un niño revoltoso pueda suponer “mal trato”, o que una niña de 16 años sea menor para comprar un paquete de cigarrillos, o para tomarse una cerveza en un bar, pero que pueda abortar sin el consentimiento (conocimiento al menos) de sus padres. ¿Qué sucede si la niña muere a consecuencia del aborto? ¿Quién avisará a su familia?

La imagen de esa niña muerta, desangrada sobre una camilla, me conmueve. Hay que tener mucho estómago para no conmoverse. Podríamos hacer un anuncio parecido a los que hace el gobierno socialista sobre los accidentes de tráfico: una llamada al móvil de una madre que está en la peluquería para decirle que su niña ha fallecido a consecuencia de un aborto. Porque el aborto no deja de ser una intervención quirúrgica y pueden producirse complicaciones. Fatales complicaciones.

Pero para pensar así, y tener en cuenta esas situaciones, hay que ser padre. Y pensar en esas niñas, que aún no son mujeres, como padres, no como proxenetas y como si ellas sólo fuesen objetos sexuales de usar y tirar. Llámenme machista si quieren.

Jesús dijo: “Dejad que los niños se acerquen a mí”. Supongo que fue para hablarles del amor y del respeto debido a los padres. Reconozco que si el señor Zerolo se hubiese dejado caer por la escuela donde estudian mis hijos, habría acudido al juzgado de guardia más cercano para solicitar una orden de alejamiento. No les roben la inocencia de la infancia. Ya tendrán tiempo de descubrir por sí mismos si son heterosexuales u homosexuales. No les sometan a un prematuro tercer grado para averiguarlo.

Cazar, o matar accidentalmente a determinados animales en peligro de extinción, es un grave delito, y en Cataluña, entre otros despropósitos del tripartito, se propuso equiparar los derechos de los simios con los que disfrutan los seres humanos. Matar a un toro de lidia en una plaza, también es un asesinato y se prohíben por ello las corridas. Entonces… ¿cómo debemos entender el aborto?

¿Se han parado a pensar que quizás un día, no muy lejano, alguien puede proponer una ley que considere el fomento del aborto como un acto de genocidio? Las leyes cambian al ritmo de las sociedades que las escribieron. ¿Qué ocurrirá si mañana se aprueba una ley de “memoria histórica” para juzgar a quienes promovieron el genocidio del aborto?

Sadam Hussein fue ahorcado en Iraq acusado precisamente de genocidio, entre otros crímenes. Afortunadamente para la señora Aído, que fomenta el genocidio del aborto, o para el señor Zerolo, que se declara homosexual, en los países católicos no ejecutamos a los homosexuales, ni apaleamos a los niños en la calle hasta matarlos, tampoco lapidamos o desfiguramos el rostro de las mujeres que nos abandonan o que no son infieles. Simplemente les decimos: “Devuélveme el relicario de mi madre, y quédate con todo lo demás…”

No obstante, si se consuma la islamización de España que los socialistas pretenden, podrían cambiar las tornas. Luego al jalear al islam, están arrojando piedras sobre su tejado.

Entiendo que los cerdos puedan sentir simpatía hacia el islam, puesto que los musulmanes no los matan y los cristianos sí. Sobre todo en España. Pero no acabo de entender la simpatía que la autoproclamada progresía, que con tanto ahínco dice defender los derechos de las mujeres y de los homosexuales, siente hacia esa enfermiza religión que fomenta el odio, el asesinato, las mutilaciones, el secuestro y la violación. Es como si los cerdos defendiesen a los mismos matarifes que acabarán degollándolos para convertirlos en morcillas y jamones.

Viva España!!!!

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